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‘Las Alumbradas’, una novela de mujeres, de magia y de pérdidas que inspiran

Un texto del poeta Jaime Ruiz Ortiz:

Obra enfocada a la mujer, imaginativa, pensativa, mágica.

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Este jueves 25 de julio se presentó en el auditorio del Centro Cultural Villahermosa, la novela Las alumbradas, de la escritora Vanessa Hernández. Comentaron la obra los escritores Pedro Luis Hernández Gil, Jaime Ruiz Ortiz y Jeremías Marquines. El evento estuvo engalanado por la asistencia de un nutrido público que participó con entusiasmo emitiendo comentarios y celebrando cada palabra alumbrada de los comentaristas.

Se agradeció la atinada labor del subdirector de Fomento a la Cultura del municipio de Centro, Luis Alberto López Acopa, y la espléndida organización de la directora del Centro Cultural, Sara Alicia Priego, por tan atinado y trascendente acto de promoción y difusión de la lectura.

A continuación, compartimos el texto que el poeta Jaime Ruiz Ortiz leyó en la presentación para compartir sus impresiones de esta espectacular novela:

Las Alumbradas: los recursos literarios, la magia y la grandeza mexicana

En un mundo lleno de misticismo, de magia y de creencias de los pueblos mexicanos se desarrolla esta novela, que pareciera estar escrita de mujeres para mujeres, pero no es así. Y casualmente tres hombres hoy hablaremos de esta obra... a ver cómo nos va.

Las Alumbradas, es una novela de Vanessa Hernández, cuya historia comienza en una hacienda ubicada en un páramo en el estado de Guerrero, que tiene por nombre, Las Alumbradas. Ahí vieron la luz las hijas de don Ismael y doña Micaela; ella muere al inicio de la historia, al igual que la última de sus cinco hijas.

Desde que don Ismael Fernández tenía memoria, en cinco generaciones, la hacienda no había recibido entre sus paredes el nacimiento de ninguna niña de los Fernández, y así, por el sólo hecho de nacer ellas ahí, la hacienda, como un Dios, le otorga a cada una distintos dones: una puede curar, otra puede advertir sucesos futuros, otra el don de la cocina, etcétera. 

Son capaces de ver, percibir y sentir cosas que los demás no pueden.

Me gusta la novela, tiene reminiscencias de Pedro Páramo, empieza con el calor, el calor de un pueblo, el calor humano, el calor de los muertos y se desarrolla al calor de los recuerdos.

Tiene como sello un realismo mágico que, a diferencia de los europeos, para nosotros puede no ser tan mágico, porque forma parte de nuestras creencias, de nuestra cultura, de nuestra magia. Tiene cosas que, al mirar, allá a lo lejos, en alguna parte de nuestra infancia, nos contaron los abuelos, y permanecen vivas en alguna parte de nosotros.

Me llama la atención cómo la autora Vanessa Hernández, describe a cada uno de los personajes, cual si se tratase de los juegos de niñas que estuvieron de moda en México a principio de los años ochenta. Va juntando las piezas de cada una de Las Alumbradas, como si se tratase de muñecas de papel. Les va pegando los brazos, las piernas, las características principales: el color de sus ojos, de su piel, y con brocha o lápiz, pinta la proa de sus labios, el color de sus cabellos, los vestidos que las distinguen. Su carácter único y definido: la fuerza de su sexualidad y sus más hermosos encantos al hablar o callar.

Mujeres indómitas

Lena, Evelina, Laureana, Faustina. Una era volátil y sabía hacer trabajos mágicos; otra escribía en su diario; la otra tenía el don de la cocina, por ejemplo.

Lena era terca, "presa de un humor volátil"; indomable, perceptiva, y de acuerdo a su padre, era "pólvora en su estado más puro".

Todas las hijas de don Ismael eran atractivas a su manera. Y a las que les pasan cosas alrededor de la novela.

Así pinta la autora a una de ellas:

"Su piel nacarada, sus gruesos labios rosáseos y su espeso cabello ondulado naturalmente la hacían una suerte de virgen caminando entre mortales. Una sonrisa bastaba para que las flores próximas se secaran de inmediato, incapaces de hacerle frente a las lunas que formaban su impecable dentadura."

Presentadores y lectores

Cada una de las hermanas tenía sus propios pesares, que en ocasiones opacaban sus sueños.

Esta obra está enfocada principalmente a la mujer, imaginativa, pensativa, mágica:

"Los ojos de Faustina, casi siempre secos, lloraron como no lo habían hecho en años, como no había sucedido desde la muerte de su madre y hermana, como si alguien hubiera dejado abierta la llave del grifo y toda el agua de la ciudad saliera a través de esos abismos de negritud perpetua. El agua salada que saltó desde el alma de Faustina era capaz de inundar la ciudad y crear a través de la catástrofe una nueva Atlántida..."

Esta escena me recordó con alegría un video del ex vocalista de Black Shabat, Ozzy Osbourne, y en cuya canción, titulada No more tears, en español: "No más lágrimas" (1991), la protagonista llora desconsolada —seguramente por un amor—, hasta inundar con sus lágrimas saladas, aquella habitación que era testigo de su dolor.

En esta novela, hay perfume, hay estilo, el sonido de los trastes y el olor de la cocina mexicana; hay caderas que se mueven como la gloria, perfiles de mujeres como faros que en la noche alumbran la esperanza.

"Mujer, si tú murieras, —dijera Vicente Huidobro—,  las estrellas a pesar de su lámpara encendida perderían el camino: ¿Qué sería del universo?"

Hay, entre sus páginas, un poco de aire vacío de Pedro Páramo, como el calor del principio; los naguales, la magia blanca y la magia negra. Mujeres que flotan entre lágrimas que inundan una habitación, como Remedios la bella flota en el aire.

Llama la atención que en las páginas de esta genial novela, Las Alumbradas, no existen los diálogos entre los personajes. Es decir, no hay preguntas que alguien realice y otro las responda. No hay frases insertadas, ni hay guiones ni corchetes ni signos de interrogación ni de admiración.

Tampoco la autora se apoya en el conocimiento popular ni en los típicos refranes populares que ambienten una escena, o pinten un personaje de manera discreta o colorida; sino más bien, todo sale desde su ronco pecho, con maestría en un lenguaje solemne.

Sus frases son largas, duras y cortantes, como los versos del poeta tabasqueño José Carlos Becerra, quien alguna vez fue narrador, lo que demuestra el oficio de escritor de esta periodista.

Y ya, para no alargarme más, solo puedo invitarles a comprar y leer estas historias que alumbran, de la escritora y periodista Vanessa Hernández, que con esta novela se ha subido al tren del éxito, como un largo gusano de metal, que alumbra por su paso.

Una novela que, por un lado, es la imagen de las mujeres mexicanas, luchadoras, pensativas, soñadoras, mágicas, porque "los hombres son como los dioses, nacen y mueren en el pecho de una mujer".

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