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A pesar de que la moda de decir «buen día» empezó hace más de 30 años, a muchos inconscientes les acaba de caer el veinte y tocó sus fibras más correctas; piensan que la lengua española tiene miles de años de estar mal, que nada mejor que el inglés (aunque sabemos que todos los males vienen del Norte) que expresa un día, pues es singular, y uno desea nada más que tengan un solo día bueno, no los venideros también.
Pero no es sólo egoísmo, tacañería, chatez, sino pedagogía lo que esgrimen los ridículos que siempre están a la moda. Según ellos, hay que enseñar a hablar al prójimo (al estilo gringo) y cantar el «Happybirthday» («feliz día del nacimiento») para ser chic. ¿Qué es eso de cantar «Éstas son las mañanitas» nacas, que además son incorrectas, pues es una mañanita, no varias, ni que el sujeto y objeto del canto naciera varias veces? Y ya que estamos en esto, de una vez deberían eliminar al rey David, pues somos republicanos, no monárquicos, y que quien las cante sea un reguetonero o alguien representativo de los milenials (aunque hay mucho viejo ridículo que también dice «buen día»).
Es curioso que la ultracorrección de los buendiadicientes no abarque más que esta parte del plural expresivo del idioma español y no canten «pero ten presente, de acuerdo con la experiencia» para que la odiosa preposición a que usó el peruano Rafael Otero no perturbe sus castos oídos o les altere los nervios (¿o el nervio?) y que a consecuencia de esto tengan dolor de muelas (¿muela?). O que se preocupen por ampliar su vocabulario para evitar el reduccionismo de las palabras comodín, como tema, que usan igual para decir canción que problema.
Pedanterías y sinsentido
Los falsos, pedantes, carentes de sentido común tienen la culpa de que ya no se oiga: «—¿Qué horas son? —Las horas de tu corazón», pues han generalizado el uso del afónico «¿Qué hora es?» al estilo estadunidense (no norteamericano, menos americano). El ridículo es mayor a la hora de las exultaciones cuando dicen felicitación o feliz fiesta en lugar de felicitaciones o felices fiestas, congratulación en lugar de congratulaciones. ¿O su pudor los vence y dejan de ser congruentes con su error en estos casos?
La falta de congruencia de los exquisitos de la lengua que muchas veces no saben escribir ni su nombre se volatiliza cuando dicen vacaciones no vacación, portaviones no portavión, por ejemplo. Quisquillosos, se han de seguir protegiendo de los virus con un cubreboca, no con un cubrebocas; han de cumplir orden, no órdenes; y cuando se emborrachan se han de poner hasta la manita, no hasta las manitas; hacen la paz, no las paces; todo, jalado de los pelos (no del pelo).
En fin, la lucha por preservar la lengua cada vez pierde las esperanzas de que se imponga un poco el sentido común, aunque sea, ya que inteligencia no hay. Los lingüicidas conscientes o inconscientes encuentran terreno fértil donde no hay crítica, reflexión, independencia, soberanía intelectual. Quizá lo peor no está en los centros educativos, donde se deforman los conocimientos, se manipulan las mentes, se privilegia la instrumentalización, la memoria ram, el atasque de datos,antes que la conciencia de las palabras. El lastre mayor está en los creadores, que son desaseados hasta con la ortografía. Qué diría Fernando Pessoa, que afirmaba que la ortografía también es persona.