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Opinión.- "Es tiempo de mujeres", dijo Claudia Sheinbaum en su toma de poder como la primera mujer presidenta de México, en más de 200 años de historia independiente.
Pero el discurso nace contradictorio, como un lapsus pues, como un descuido donde se dice una cosa por otra sin querer, pues también allá, entre quienes protestaron afuera del recinto legislativo de San Lázaro había muchas mujeres cuyo clamor de diálogo fue invisibilizado, encapsulado por policías porque no comulgan con las políticas de la cuarta transformación.
El discurso de un país de mujeres es solo eso, un discurso efectista, político, para darle cierto candor a ese bocado de ideología que es la política feminista de la presidenta. Pero hay de feminismos a feminismos y de mujeres a mujeres. Las que se portan bien y las que se portan mal.
Las que se portan mal son las que protestan contra la reforma judicial, la ministra Piña a la que don Andrés Manuel López no quiso ni saludar cuando llegó al recinto legislativo para entregar la banda presidencial. Las que se portan mal son las que critican las bondades de la cuarta transformación, las mujeres de la oposición, las de la derecha, las mujeres-madres de Ayotzinapa y todas las demás mujeres problemáticas que no le siguen la corriente a ese honor de estar con el segundo piso de algo que no tiene buenos cimientos. A las grandes obras en las que hay grandes barones del dinero beneficiados, a los trenes y puentes, a las carreteras, a la varilla y el cemento que beneficia a un pequeño grupo de empresarios constructores.
Pero “llegamos las mujeres a conducir los destinos de nuestra hermosa nación”, dijo Sheinbaum Pardo y se enredó en ese lapsus que genera el demasiado poder cuando dijo en su primer discurso como presidentA: “como dice el presidente”, dejando claro que lo que dicen sus adversarios no es lo que dicen.
“Y digo llegamos, porque no llego sola, llegamos todas”, expresó ante el Congreso de la Unión tras rendir protesta y luego de ponerse la banda presidencial que una diputada Ifigenia Martínez, a punto de la asfixia, le entregó temblorosa. Algo debe decir esta imagen para la historia.
“Pero llegamos todas” y ahora sí no debe haber machismo que nos diga que fue por ellos que llegamos. En su primer discurso como la primera presidenta de México, la presidenta con A, elogió hasta la saciedad a su antecesor y mentor Andrés Manuel López Obrador. Lo calificó como “el dirigente político y luchador social más importante de la historia moderna” y el más querido.
“Inició y termina su mandato con más amor de su pueblo, y para millones, aunque a él no le gusta que se lo digan, el mejor presidente de México".
Y sí hay que ser agradecidas, así es como nos enseñaron. Hay que serlo como dice el presidente.
