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Acapulco resiste en Semana Santa: a pesar de la violencia, no muere la alegría

En este artículo, Estrella Guerrero analiza las notas sobre la violencia durante Semana Santa, criticando su tono fatalista y resaltando la resiliencia y espíritu vivo del puerto

Acapulco ha resistido siempre y su alegría no se apaga

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En Jueves Santo, el periódico El País, en su sección México, publicó la nota “Acapulco sangra en Semana Santa”, firmada por Alejandro Santos Cid, en donde critica el entusiasmo y la alegría que mostraron la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda, y la presidenta municipal de Acapulco, Abelina López Rodríguez, durante el arranque de la temporada vacacional de Semana Santa.

Con un tono de negra ironía y fatalismo absoluto, el reportero se deleita contrapunteando el tiempo en que ocurren actos de violencia con los eventos turísticos que marcaron el inicio de una de las temporadas más importantes para el puerto.

Se podría argumentar que la violencia ha acompañado el peregrinar de la humanidad y que, de acuerdo con el historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari, había más asesinatos diarios (en promedio) en la época primitiva que en la actualidad. Pero esa no es la justificación ni la finalidad de abordar la violencia en Acapulco, desatada por el crimen organizado en plena temporada vacacional de Semana Santa. Aunque no deja de llamar la atención que sea precisamente en estas fechas —en las que recordamos uno de los actos más violentos registrados por la humanidad— cuando esta violencia se intensifica.

Pero Acapulco ha resistido siempre, y su alegría no se apaga. A pesar de tanta violencia, su espíritu sigue vivo, resiste y renace cada día, como el oleaje de su mar.

Acapulco resistió la violencia y la esclavitud impuesta por los españoles en la época colonial; ha sobrevivido a huracanes que han devastado la ciudad en más de tres ocasiones; ha resistido a la violencia que lo azota desde 2006, cuando Felipe Calderón —hoy radicado en España— abrió las puertas del infierno en todo México.

Durante años, Acapulco fue la joya de un modelo de turismo depredador, impulsado por grandes intereses económicos internacionales, a quienes nunca les importó el bienestar de los acapulqueños. El puerto fue visto solamente como un destino en el que los turistas extranjeros gozaban de todo tipo de permisibilidad.

Afortunadamente, ese modelo turístico que catapultó a Acapulco como “la joya de la corona del turismo mexicano” va de salida, y está siendo reemplazado por un nuevo modelo de desarrollo turístico responsable que se pondrá en marcha en el puerto a través del programa “Acapulco se transforma contigo”.

Si bien es cierto que ocurrieron los asesinatos registrados en la nota de El País (también documentados por la prensa local), estos no suplantan la vida cotidiana del puerto, ni invisibilizan, anulan o desaparecen sus costumbres y tradiciones culturales, como tampoco determinan que la ciudad se paralice o que sus autoridades dejen de promocionar al destino.

Acapulco, como su cultura, es un acto de resistencia.

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